Lo primero, como bien decía él, es agradecer, agradecerle a Lobbosco por los bienes de los que nos hizo acreedores. Y si nos referimos a él, no como Humberto sino como Lobbosco, es simplemente porque es costumbre que los apellidos acentúen la dignidad en las personas a quienes recordamos con reconocimiento.
Es tiempo de recuerdo, sí, de honra y de amor. Tiempo para ensayar un orden entre el aluvión de ingenios, de anécdotas, de ocurrencias con que el hombre nos alegrara. […]