En todo pueblo hace falta un bazar, habían pensado los abuelos egipcios de Etemah y en éste de yugoeslavos -que parecen no tener condiciones para el comercio- les fue muy bien.
Su papá siguió con el bazar que ahora atiende su hermana: Saira. Ella sigue siendo hermosa y parece inmunizada a lo que suele suceder con las chicas en el pueblo: aburrirse y engordar bastante.
Saira no se oculta detrás de un velo de seda, lo hace detrás de un velo de movimientos pausados y de silencio. Cómo no envidiarla. Se peina el largo pelo negro con una raya al medio y lo recoge a los costados después de dejarlo caer en dos ondas amplias y sueltas. Nadie sabe cuán largo lleva el pelo.
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