Enumeración del árbol (sólo oda)

Manifiesto de la paciencia,
ropa del almanaque.
Alhaja fresca de la tierra
que gorjea en las mañanas
y que al atardecer zurea.Árbol,
ónfalo de Zeus,
antena verdecida
de los mensajes de la altura.
Petisa cueva de la sombra
contra los ardores de Santiago
Sombrilla gigantesca de la aldea
bajo la que tardes en cuclillas
conforman la asamblea musulmana.

Árbol,
planeta en ascenso
aupando comunidades
Mundo del aire,
flotación,
donde el barro es extranjero.

Tentáculos de la raíz
agarrando la aspereza.
Así, profunda como el eco
y conminando al agua
la radical autoridad en la tiniebla.
Raíces de la lealtad y del cimiento,
guardias consagradas
a los secretos de la tierra.

Tronco,
dolmen en progreso,
obelisco de la libertad
testificando a Cronos caprichoso.
Yerra de los amores
que saben poco de amores.
Bastión del follaje,
hamaca del sol,
instrumento de la danza
cuando sopla el viento

Tronco
hierático en la palmera,
luminoso de abedul,
mortificado de la hevea,
lustroso del chivato,
fragante en la canela.
Y en la escala del esfuerzo
el tronco retorcido del olivo.

Olivo rey,
anciano amado.
Olivo,
usina de la aceituna,
de adolescencia diminuta,
y de vejez que juega con lo eterno.
Tronco del olivo,
retorcido y cercenado,
echando otra vez y otra vez
nuevas ramas frutecidas.

Olivo,
seco de verde y de celeste,
suculento,
concentrado
en la gema de lo pobre.

Olivos del Peloponeso y de Jonia
lenguaje silencioso del aceitunero
que recorre la ruda orografía.
Olivos peregrinos de Ática,
que marchan por el valle
y alaban la elegancia
de las dispersas agujas del ciprés

Broncos y jóvenes
olivos inmigrantes de San Juan.
alineados, severos,
empezando a madurar
en la sangre de mujeres
y de hombres argentinos.

Hojas del Olivo
coriácea modestia
produciendo con los dientes apretados.

Arbolares hojas
festón de la frescura por los robles,
corazón gordo de los tilos,
cantata amarilla del otoño,
en los fresnos y los álamos.

Arbolares flores,
baluartes de lo blanco en el cerezo,
prendas albas
de la frescura y la locura
en el clamor del naranjero,
coaguladas en el ceibo,
sinfónicas de rosa, de amarillo y de celeste
en los jacarandás y los lapachos
junto al río de Rosario.

Árbol
de aquí, de allá y de más allá
junto al hombre desde antes
aliviando y protegiendo,
inspirando,
proveyendo,
y lista la cintura
al cariño de un abrazo.