Cuento – Polaco

Mucha gente va a Venado Tuerto a comprar en el supermercado. No es como los de Rosario pero se respira esa atmósfera urbana., ese aire que no tenemos y que tanto se precia en el pueblo.

Era una mañana de julio y hacía un frío bárbaro. El polaco lo vio tras una góndola y se quedó un instante contemplándolo con apacible afecto. Había llevado a su mujer que andaba ágil y capaz –como toda mujer- entre las abundancias.
Petrelli revisaba la mercadería. Habrán de ser unas latas de atún, se dijo el polaco. Porque Petrelli es un apasionado del atún con aceite. Bastaba con observar el redondo hechizo en sus ojos y el tiempo que se pasaba cotejando las diferentes marcas (sabía que La Campagnola no tenía rival en el ambiente vernáculo y tanto el color marrón claro de su envase como la tersura de la superficie de la lata lo remitían al inconmensurable placer de la degustación anticipada y -hay que decirlo- a alguna sensación de sesgo erótico. Aún así, Petrelli no era un sensual.

El polaco pensó cómo podía aprovecharse de la absorta disposición de Petrelli. Era grato percibir el perpetuo asombro en su cara de niño a pesar de que ya tiene hijas mayores. Petrelli es exótico, me dijo una vez, levantó la vista hacia algún punto de la oficina y se retiró a sus cavilaciones mientras hube de esperar sentado unos diez minutos para que me atendiese.

Leer cuento completo…